jueves, 20 de noviembre de 2014

Gehiago jakiteko. Izurdeak


Los delfines (y otras ballenas dentadas) pueden producir tonos de alta frecuencia. Cuando estos tonos impactan sobre un objeto, parte del sonido rebota y regresa al emisor. Al escuchar el eco e interpretar el tiempo que tardó el sonido en regresar, el delfín estima la distancia del objeto. A este sonar biológico se le llama “ecolocalizador”; su funcionamiento depende de la estructura del objeto, ya que algunos materiales permiten una mayor penetración de las ondas sonoras que otros. En el caso de los peces, parte del sonido se reflejará en la piel que apunta hacia el delfín, parte en los huesos, los órganos internos y en la piel del lado contrario al delfín. De manera que un tono o señal puede resultar en una serie de ecos de distinta intensidad. Esto dará al delfín más información sobre el tamaño y la naturaleza del pez que se acerca. Al mover la cabeza obtiene rápidamente la información que necesita para realizar la pesca en el momento oportuno. Es como el barrido de ultrasonido que se usa actualmente en el diagnóstico médico, pero la resolución o “imagen” que recibe el delfín debe ser comparativamente mucho menos clara, ya que en el aparato la señal se mueve sobre la zona de estudio mucho más rápido que la cabeza del delfín y además la frecuencia de los sonidos es mucho mayor que la que emite el animal, de manera que los detalles que envía el eco son mucho más precisos.
Aun así se cree que el sonar de los delfines es, biológicamente hablando, muy sofisticado. Las pruebas realizadas muestran que pueden distinguir entre dos objetos idénticos con diferentes densidades (por ejemplo, entre un balón esférico hueco y uno sólido, del mismo tamaño), y contenedores con formas complicadas en su interior. El rango de frecuencias usadas es mucho más amplio que las que podemos oír los humanos, y el sonido viaja cuatro veces más rápido en el agua que en el aire.

Iturria: Teinteresasaber.com

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