Johannes Kepler
(Würtemburg, actual Alemania, 1571-Ratisbona, id., 1630)
Astrónomo, matemático y físico alemán. Hijo de un mercenario -que
sirvió por dinero en las huestes del duque de Alba y desapareció en el
exilio en 1589- y de una madre sospechosa de practicar la brujería,
Johannes Kepler superó las secuelas de una infancia desgraciada y
sórdida merced a su tenacidad e inteligencia.
Tras
estudiar en los seminarios de Adelberg y Maulbronn, Kepler ingresó en la
Universidad de Tubinga (1588), donde cursó los estudios de teología y
fue también discípulo del copernicano Michael Mästlin. En 1594, sin
embargo, interrumpió su carrera teológica al aceptar una plaza como
profesor de matemáticas en el seminario protestante de Graz.
Cuatro
años más tarde, unos meses después de contraer un matrimonio de
conveniencia, el edicto del archiduque Fernando contra los maestros
protestantes le obligó a abandonar Austria y en 1600 se trasladó a Praga
invitado por Tycho Brahe. Cuando éste murió repentinamente al año
siguiente, Kepler lo sustituyó como matemático imperial de Rodolfo II,
con el encargo de acabar las tablas astronómicas iniciadas por Brahe y
en calidad de consejero astrológico, función a la que recurrió con
frecuencia para ganarse la vida.
En 1611 fallecieron
su esposa y uno de sus tres hijos; poco tiempo después, tras el óbito
del emperador y la subida al trono de su hermano Matías, fue nombrado
profesor de matemáticas en Linz. Allí residió Kepler hasta que, en 1626,
las dificultades económicas y el clima de inestabilidad originado por
la guerra de los Treinta Años lo llevaron a Ulm, donde supervisó la
impresión de las Tablas rudolfinas, iniciadas por Brahe y
completadas en 1624 por él mismo utilizando las leyes relativas a los
movimientos planetarios que aquél estableció.
En 1628
pasó al servicio de A. von Wallenstein, en Sagan (Silesia), quien le
prometió, en vano, resarcirle de la deuda contraída con él por la Corona
a lo largo de los años. Un mes antes de morir, víctima de la fiebre,
Kepler había abandonado Silesia en busca de un nuevo empleo.
La primera etapa en la obra de Kepler, desarrollada
durante sus años en Graz, se centró en los problemas relacionados con
las órbitas planetarias, así como en las velocidades variables con que
los planetas las recorren, para lo que partió de la concepción
pitagórica según la cual el mundo se rige en base a una armonía
preestablecida. Tras intentar una solución aritmética de la cuestión,
creyó encontrar una respuesta geométrica relacionando los intervalos
entre las órbitas de los seis planetas entonces conocidos con los cinco
sólidos regulares. Juzgó haber resuelto así un «misterio cosmográfico»
que expuso en su primera obra, Mysterium cosmographicum (El
misterio cosmográfico, 1596), de la que envió un ejemplar a Brahe y otro
a Galileo, con el cual mantuvo una esporádica relación epistolar y a
quien se unió en la defensa de la causa copernicana.
Durante
el tiempo que permaneció en Praga, Kepler realizó una notable labor en
el campo de la óptica: enunció una primera aproximación satisfactoria de
la ley de la refracción, distinguió por vez primera claramente entre
los problemas físicos de la visión y sus aspectos fisiológicos, y
analizó el aspecto geométrico de diversos sistemas ópticos.
Pero
el trabajo más importante de Kepler fue la revisión de los esquemas
cosmológicos conocidos a partir de la gran cantidad de observaciones
acumuladas por Brahe (en especial, las relativas a Marte), labor que
desembocó en la publicación, en 1609, de la Astronomia nova
(Nueva astronomía), la obra que contenía las dos primeras leyes llamadas
de Kepler, relativas a la elipticidad de las órbitas y a la igualdad de
las áreas barridas, en tiempos iguales, por los radios vectores que
unen los planetas con el Sol.
Culminó su obra
durante su estancia en Linz, en donde enunció la tercera de sus leyes,
que relaciona numéricamente los períodos de revolución de los planetas
con sus distancias medias al Sol; la publicó en 1619 en Harmonices mundi
(Sobre la armonía del mundo), como una más de las armonías de la
naturaleza, cuyo secreto creyó haber conseguido desvelar merced a una
peculiar síntesis entre la astronomía, la música y la geometría.
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