Fuente: Biografiasyvidas.com
Heinrich Rudolf Hertz (Hamburgo, 1857 - Bonn, 1894)
Físico alemán que descubrió la propagación de las ondas electromagnéticas en el
espacio y estudió la naturaleza y propiedades de las mismas, sentando las bases
que llevarían a Marconi a una invención destinada a revolucionar las
comunicaciones: la radio. En 1887, en un célebre experimento, Hertz logró
transmitir ondas electromagnéticas entre un oscilador (antena emisora) y un
resonador (antena receptora), confirmando experimentalmente las teorías del físico
inglés James C. Maxwell sobre la identidad de características entre las ondas
luminosas y electromagnéticas.
En su honor se denominan ondas
hertzianas o hercianas a las ondas electromagnéticas producidas por la
oscilación de la electricidad en un conductor, que se emplean en la radio;
también deriva de su nombre el hercio, unidad de frecuencia que equivale a un
ciclo por segundo y que se representa por la abreviatura Hz (y sus múltiplos:
kilohercio, megahercio y gigahercio). Hertz siguió después investigando otros
temas científicos, hasta elaborar unos Principios de mecánica (que aparecieron
después de su muerte, en 1894) en los que desarrollaba toda la mecánica a
partir del principio de mínima acción, prescindiendo del concepto de fuerza.
Hijo de un senador, Heinrich
Rudolf Hertz empezó los estudios de ingeniería, pero luego se inclinó por la
física, que estudió en Munich y Berlín. En esta última ciudad se graduó en 1880
y fue auxiliar de Hermann von Helmholtz. En 1883 era profesor libre en Kiel,
donde comenzó a interesarse por la teoría electromagnética de Maxwell. En 1885
marchó a Karlsruhe como profesor de física del Politécnico; permaneció allí
hasta 1889, y durante aquellos cuatro años llevó a cabo las investigaciones que
le valdrían la celebridad.
Algún tiempo antes, Helmholtz
había llamado su atención respecto a un premio que, desde 1879, ofrecía la Academia de Ciencias de
Berlín a quien hallase una confirmación experimental de la relación entre las
acciones electromagnéticas y la polarización de un dieléctrico; se trataba de
demostrar la existencia de las "ondas electromagnéticas", previstas y
casi adivinadas ya desde el año 1870 por James Maxwell, por medio del cálculo
matemático.
Heinrich Hertz no mostró interés
en un principio hacia aquel galardón, por cuanto creía imposible la
demostración de cualquier analogía entre tales acciones. Sin embargo, los
tiempos eran ya bastante maduros para permitir que hombres geniales pudieran
dar validez experimental a una teoría que había de constituir una de las bases
de la unidad física, y en esos mismos años Hendrik Lorentz, en Holanda,
intentaba formular una teoría aplicable a tal clase de fenómenos.
Pero en Karlsruhe, donde pudo
contar con los instrumentos adecuados, Heinrich Hertz logró demostrar en 1887
la propagación de la acción electromagnética en el espacio. Para ello se sirvió
únicamente de unos hilos metálicos encorvados en forma de anillo entre cuyos
extremos se dejaba una interrupción de apenas una fracción de milímetro. Cuando
una de estas anillas, adecuadamente orientada en el espacio y usada como
estación receptora, era invadida por una oleada de ondas electromagnéticas, las
variaciones del campo magnético conexas con el paso de aquellas ondas generaban
en el pequeño anillo corrientes inducidas de altísima frecuencia, y entre los
extremos del mismo anillo saltaban pequeñas chispas; tales chispas revelaban el
paso de las ondas electromagnéticas.
Hertz divulgó los resultados en
el artículo Oscilaciones eléctricas muy rápidas, publicado en los Wiedemann
Annalen (1887). Continuando sus investigaciones experimentales en los dos años
siguientes, Hertz consiguió medir la longitud de onda y la velocidad de
propagación de las ondas electromagnéticas, y halló para su velocidad un valor
muy aproximado al previsto por Maxwell (es decir, la velocidad de la luz: 300.000 kilómetros
por segundo). Mostró que estas ondas son "transversales", como las de
la luz, y descubrió asimismo que en las ondas electromagnéticas se daban
también los fenómenos de reflexión, refracción y polarización.
Con todo ello la teoría
electromagnética de Maxwell, formulada dieciséis años antes, encontró una
confirmación experimental, y fue posible establecer la naturaleza
electromagnética de la luz. Hertz hizo públicas estas investigaciones en una
memoria científica y en una conferencia pronunciada en 1889 ante la sociedad
alemana para el progreso de las ciencias naturales y de la medicina, en
Heidelberg. En Bonn, adonde había sido llamado ese mismo año para suceder a
Rudolf Clausius en la cátedra de física de la Universidad, Hertz
prosiguió sus experiencias, y se ocupó de las descargas eléctricas en los
gases.
El conjunto de los escritos de
Heinrich Hertz se reunió en Gesammelte Werke (1894-1895), obra que consta de
tres volúmenes: Schriften vermischten Inhalt, Untersuchung der elektrischen
Kraft y Die Principien der Mechanik. Los Principios de la mecánica, en los
cuales intentó dar una nueva forma a las leyes fundamentales de esta ciencia,
fueron su última labor, por cuanto Hertz, tras una larga y dolorosa enfermedad,
falleció cuando contaba sólo treinta y siete años.
Hay que señalar que los
rudimentarios instrumentos que empleó Hertz en sus experimentos no son en
absoluto comparables a las perfectas estaciones radioemisoras o receptoras de
nuestros días. Pero ya en 1894, los trabajos de Hertz llamaron la atención de
Guglielmo Marconi, un joven físico italiano de veinte años que comenzó a
diseñar y construir, como en los experimentos de Hertz, emisores de ondas y
dispositivos para detectarlas.
Marconi perfeccionó pacientemente
sus instrumentos, y la distancia de sus transmisiones fue aumentando sin cesar:
al principio la medía en centímetros, luego en metros y después en kilómetros,
hasta que en 1901 envió una señal en código Morse desde Inglaterra hasta
Terranova, hito que marca el nacimiento efectivo de la radiotelegrafía sin
hilos. La verdadera expansión de la radio como medio de comunicación, sin
embargo, vendría de manos del químico Reginald Fessenden, ayudante de Edison.
En lugar de pulsaciones de Morse, Fessenden tuvo la idea de enviar una señal
continua, modulándola según las ondas sonoras, y haciendo con ello posible la
transmisión de voz y música; en diciembre de 1906 emitió su primer programa
radiofónico
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