Fuente: biografiasyvidas.com
(Wilhelm Konrad o Conrad von Röntgen o
Roentgen; Lennep, hoy Remscheid, actual Alemania, 1845 - Munich, 1923) Físico
alemán. Estudió en el Instituto Politécnico de Zurich y posteriormente ejerció
la docencia en las universidades de Estrasburgo (1876-1879), Giessen
(1879-1888), Wurzburgo (1888-1900) y Munich (1900-1920). Sus investigaciones,
al margen de su célebre descubrimiento de los rayos X, por el que en 1901
obtuvo el primer Premio Nobel de Física que se concedió, se centraron en
diversos campos de la física, como los de la elasticidad, los fenómenos
capilares, la absorción del calor y los calores específicos de los gases, y la
conducción del calor en los cristales y la piezoelectricidad.
En 1895, mientras se hallaba
experimentando con corrientes eléctricas en el seno de un tubo de rayos
catódicos –tubo de cristal en el que se ha practicado previamente el vacío–
observó que una muestra de platinocianuro de bario colocada cerca del tubo
emite luz cuando éste se encuentra en funcionamiento. Para explicar tal
fenómeno argumentó que, cuando los rayos catódicos (electrones) impactan con el
cristal del tubo, se forma algún tipo de radiación desconocida capaz de
desplazarse hasta el producto químico y provocar en él la luminiscencia.
Posteriores investigaciones revelaron que el papel, la madera y el aluminio,
entre otros materiales, son transparentes a esta forma de radiación; descubrió
además que esta radiación velaba las placas fotográficas.
El físico alemán logró determinar que
los rayos se propagaban en línea recta, y también demostrar que eran de alta
energía, pues ionizaban el aire y no se desviaban por los campos eléctricos y
magnéticos. Al no presentar ninguna de las propiedades comunes de la luz, como
la reflexión y la refracción, W. C. Roentgen pensó erróneamente que estos rayos
no estaban relacionados con ella. En razón, pues, de su extraña naturaleza,
denominó a este tipo de radiación rayos X.
Roentgen intuyó inmediatamente la posibilidad
de la aplicación del descubrimiento al campo de la Medicina, y llevó a cabo
él mismo la primera observación radiográfica de los huesos. El 28 de diciembre
de 1895, Roentgen hizo llegar a una revista científica y a los principales
físicos de Europa un documento en el que detallaba su descubrimiento,
acompañado de una radiografía de su propia mano. Entre los científicos que
recibieron la comunicación se encontraba Poincaré, quien, el 24 de enero de
1896, lo mostró en la reunión semanal de la Académie des Sciences de París, y sugirió a su
colega y amigo Antoine-Henri Becquerel, que estaba trabajando en las
propiedades de las sales de uranio y de otras sustancias que manifestaban
fluorescencia, que si los rayos X podían causar fluorescencia, tal vez algunas
sustancias fluorescentes pudiesen emitir rayos X.
El descubrimiento de los rayos X
supuso una revolución en los campos de la física y la medicina, y buena parte
del mundo científico se volcó en su estudio. Su descubrimiento hizo que la
radiología fuera contemplada como una rama de la ciencia y señaló el comienzo
de la era de la electrónica, además de proveer a la medicina de un nuevo método
de diagnóstico.
Por otra parte, los bulos acerca de
las extraordinarias propiedades de los rayos X tuvieron un gran impacto social.
Algunos ignorantes detractores intentaron vetarlos (decían que con ellos era
posible ver a las mujeres desnudas), y los mercachifles se aprovecharon del
desconocimiento general, al extremo de que varios fabricantes de ropa interior
se enriquecieron notablemente vendiendo prendas anti-rayos X. El absurdo llegó
hasta los legisladores; en el estado de Nueva Jersey se prohibió instalar rayos
X en los gemelos de teatro para salvaguardar la intimidad de las coristas.
El inventor e industrial norteamericano
Thomas Edison, enterado de la existencia del descubrimiento, se puso en
contacto con el sabio alemán, insistiendo para comprarle la patente de los
rayos X, a lo que Roentgen se negó rotundamente, pues consideraba los
beneficios de su invento patrimonio de la humanidad. Aunque se resignó a no
conseguir a la patente, Edison instaló en la Exposición Eléctrica
de Nueva York de 1896 una atracción en la que por unas monedas se podía meter
la mano frente a un aparato de rayos X que proyectaba los huesos sobre una
pantalla fluorescente. El encargado de la atracción, después de unas semanas de
trabajo, perdió la piel de la mano por quemaduras profundas y falleció a causa
de la subsiguiente infección; fue la primera víctima de la historia de la
radiación.
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